Un jarro de agua frÃa en invierno
Mira, no os acostumbréis a esto porque no lo estoy haciendo ni yo. El caso, esto iba a ser un pequeño flashback de dos párrafos pero como lo otro... pues se me ha ido de las manos y voilá.
Le retour
Hola a todos amigos, hola a la nada. Como cada meses que pasan, yo vuelvo aquà a subir mis cosas a pesar de esto no existe para nadie excepto para mÃ. Asà que aquà traigo una escena que nunca pude rolear con mi Victoire Weasley y Teddy. Y ayer, en un acto de locura, la cosa se me fue de las manos, y lo que iban a ser un par de folios, acabaron en ocho... Upsi. Nos leemos.
Linctavia
¿Yo por aquÃ? No lo sé ni yo... Llevo sin escribir desde el verano y como me ha dolido tantÃsimo este último episodio de The 100, pues aquà os traigo esto bcs why not. No voy a enrollarme aquà porque ni siquiera sé si alguien va a leer esto o no, asà que aquà lo dejo directamente y hale. Por cierto, nunca he sido buena con los tÃtulos.
VolvÃa
de rellenar la cantimplora del rÃo que habÃa a medio kilómetro de la pequeña
tienda de Lincoln. Siempre era mejor tener el agua a mano en medio del
entrenamiento, que darte cuenta que se te habÃa olvidado llenarla de nuevo, y
tener que aguantarte hasta el final. Como ya me habÃa pasado en un par de
ocasiones.
Lo
mejor de todo es que siempre estábamos solos, por eso mismo iba tarareando una
canción de un grupo llamado Coldplay
que Bellamy siempre me ponÃa cuando vivÃamos en el arca. No recordaba muy bien
la letra, pero el ritmo lo sabÃa a la perfección. Tampoco podÃa ir cantando a
pleno pulmón, por si nos estaban vigilando, nos convertirÃamos en presa fácil.
Llegué
al claro donde se encontraba nuestra tienda, Lincoln estaba sentado en una
pequeña roca llena de musgo, terminando de afilar ambas espadas. Dejé la
cantimplora a su lado y me recogà el pelo en una coleta mientras le observaba.
−Tienes
que mejorar tu forma de esquivar y atacar. La última vez te hice daño, no
quiero que se vuelva a repetir − alzó la mirada mientras dejaba la piedra que
tenÃa en la mano a su lado.
AsentÃ
y me quité la chaqueta, quedándome tan solo con una camiseta de tirantas negra.
Para practicar me gustaba poder moverme con fluidez, y sin tener mucho peso
encima. Según Lincoln eso era un error, ya que a las batallas se va con toda la
armadura puesta. Yo le dije que paso a paso, y él asintió con una pequeña
sonrisa antes de comenzar nuestro primer entrenamiento.
OÃ
como me chistaba y cuando le miré, estaba lanzándome mi espada mientras él se
incorporaba. Tuve que cogerla al vuelo mientras daba un paso precipitado hacia
atrás. Y a partir de ese momento, ya habÃa empezado todo. Nunca me avisaba
cuando comenzábamos, siempre decÃa que tenÃa que estar atenta, y últimamente
eso se habÃa convertido en algo más habitual. Aunque dado los últimos
acontecimientos entre los clanes y nuestro grupo, no podÃa llevar más razón.
Comencé
a andar hacia la izquierda, sin apartarle mi mirada de él en ningún momento. La
primera vez que lo hice acabe en el suelo con su espada en mi cuello. Tuve que
aprender rápido. Y con una nueva táctica, intentaba ir hacia donde me movÃa
pero en el último momento dio un salto echándome la espada sobre la cabeza.
Rápidamente,
levanté los dos brazos sujetando mi arma para parar la suya. Me atacó hacia
abajo, y el movimiento de brazos fue tan brusco y rápido que pasó factura para
intentar que no acabara su espada en mis rodillas, ya que me recorrió un
calambre naciendo desde los hombros hacia abajo bastante fuerte.
Le
gruñà y esta vez fui yo quién le intentó atacar hacia su costado, pero Lincoln
fue más rápido y dio un paso hacia atrás. Con otro grito nuestras espadas se
vieron envuelta en un ir y venir de golpes desde todas las direcciones, unas
veces yo parando las suyas, y otras, él parando las mÃas, por no decir que era
lo que ocurrÃa todo el rato.
No
sabÃa cuánto tiempo llevábamos ya, pero el sudor comenzaba a recorrerme desde
la frente y el principio del cuello. También me pegaba la camiseta al estómago,
lo que me era muy incómodo en ocasiones.
−
Estás comenzando a agotarte, no puedes bajar la guardia, busca fuerzas o en el
primer intento que tenga tu oponente acabará con tu vida.
Directo
y conciso, como siempre. Fruncà el ceño y en dos pasos di un salto, mi espada
buscaba su hombro para acabar allÃ. Pero como casi siempre también, él fue más
rápido y me esquivó.
Lo
siguiente lo vi como si fuera a cámara lenta, ya que ese último movimiento
habÃa acabado casi conmigo. Lincoln movió su arma con ambos brazos y me asestó un
golpe en el brazo. TendrÃa seguramente todas las esperanzas de que lo parara,
pero no fue asÃ. Y cuando levantó la espada de mi carne, ya se veÃa una buena
abertura en mi piel desde donde emanaba sangre.
La
espada de Lincoln calló al segundo al suelo, sus manos envolvieron mi brazo
izquierdo, como si asà pudiera rebobinar lo que ha ocurrido y que la herida
desapareciese.
Su
boca se abrió, pero de ella no salió palabra alguna. Alzó la mirada y sus ojos
se encontraron con los mÃos. Como siempre, decÃa más con ellos que con ningún
otro gesto. PodÃa leerle perfectamente lo que querÃa decir y sentÃa en aquellos
ojos toda la lástima y la culpa de lo que acababa de hacer.
Cada
vez que me miraba, sentÃa como si pasase una eternidad mientras me perdÃa en
sus ojos, ambos nos quedábamos tan hipnotizados por el otro que siempre nos
costaba reaccionar. Pero esta vez, las punzadas que emitÃa mi brazo me
despertaron.
Coloqué
una mano en su mejilla y me acerqué un poco a él.
−No
pasa nada. No lo has hecho queriendo, y como dices, tengo que aprender de mis
errores −Su mirada no cambió, pero asintió lentamente. −Estoy bien, en serio.
Se cerrará con el tiempo, no es nada del otro mundo.
Me
acerqué despacio para rozar sus labios con los mÃos y cuando me separé, Lincoln
me cogió de la mano para llevarme a la roca donde estaba sentado antes. Hizo
que me sentara encima de él y cogió la cantimplora, me la tendió para que le
diera un par de buches y después la derramó por mi brazo para limpiar la
herida. Sacó su botiquÃn que estaba envuelto en un trozo de piel y abrió
también la pequeña cajita donde tenÃa los lÃquidos que solo él sabÃa para lo
que servÃan.
No
perdà de vista sus movimientos. Al final sacó un par de botecitos de la pequeña
caja de metal, donde empapó dos manojos de hierbas con ellos y colocó ambos
sobre la raja que cubrÃa desde mi codo a mi muñeca. Los depositó con cuidado,
como si eso pudiera hacerme más daño y una vez que estaba la herida cubierta
por ellos, me envolvió toda esta por unas vendas, que les habÃa proporcionado
yo gracias a Clarke, que me habÃa dado una pequeña parte del botiquÃn por si
acaso.
−Gracias
− susurré.
Apoyé
mi frente contra la suya y alcé el brazo derecho para abrazarle por el cuello
mientras buscaba su hombro para depositar mi cabeza allÃ. Su brazo me recorrió
la cintura y me abrazó contra él. Cerré los ojos y suspiré mientras Lincoln me
daba un beso en la frente.
Sympathy for the devil
Holi, no sé exactamente quién lee esto. Pero bueno, aquà os dejo otro relato de rol de una pequeña tortura de mi Bellatrix. Las letras en cursiva son de la otra chica que roleó el personaje de Mary (Alba) y el final es la aparición de Molly (Ana) para salvarla. Mi rol es la letra normal sin cursivas. Besis.
Os recuerdo que esta Bellatrix tiene 17 años y está en el último curso de Hogwarts y la actriz que uso para el rol es Phoebe Tonkin.
HabÃa tenido una pelea gorda con Rodolphus, de esas de las que me saca de quicio al más no poder, de esas de las que ninguno de los dos nos controlamos, de esas que me daba ganas de arrancarle su propia cabeza con mis manos. Una pena que no lo hice, pero ahora… ahora tenÃa que buscar algo, tenÃa que desahogarme con algo… o alguien si tenÃa suerte. TenÃa que usar mi navaja, hacÃa tiempo que algún animalillo no sufrÃa por mÃ, y eso estaba muy mal.
Con mi varita y navaja en manos, esta última escondida un poco en la túnica, salà corriendo del castillo. Pasé volando por todos los pasillos y escaleras, necesitaba aire fresco, no podÃa estar más tiempo ahà encerrada, sobre todo si me lo encontraba de nuevo. Porque esta vez no dudarÃa ni un segundo en rajarle esa estúpida cara que tenÃa, quién se creÃa él que era para llamarme todas esas cosas.
Mis pasos acelerados llegaron al lago, helado al principio del agua y con algunas piedras cubiertas de escarcha. Pensaba dirigirme directamente al bosque, dónde encontrarÃa alguna victima que sufrirÃa de mi furia, pero lo que tenÃa ante mis ojos era mucho más apetitoso.
Una chica, con la bufanda de Gryffindor, estaba sentada sobre una roca con un libro en las manos. No conocÃa muy bien su nombre, ¿Marlene? ¿Margaret? A quién le importaba, la pobre no sabÃa lo que se le venÃa encima, estaba tan furiosa que ni podÃa pensar en otra cosa. Tan solo en sangre, necesitaba hacer sufrir a alguien, y quién mejor que ella, el universo me la habÃa puesto delante en un plato de plata para mÃ.
Intentando ser sigilosa me acerqué a ella por detrás, con una sonrisa inocente en el rostro, y las manos a la espalda con ambos instrumentos ocultados.
─Querida, ¿qué haces aquà afuera con la helada que estás cayendo? Vas a coger un constipado…─ dije con toda la dulzura que pude en la voz e intentando sonar todo lo inocente que pudiera.
Llevaba un buen rato acurrucada tras una roca leyendo después de su intensa conversación con Edgar Bones, y quien dice intensa, y quien dice conversación, dice Mary hablando y el pobre tejón escuchando sus penas. Ni siquiera oyó los pasos tras de ella, grave problema, cuando Mary leÃa, ya podÃa arder Troya que ella no iba a enterarse de que estaba pasando. Aunque en esa ocasión y tras reconocer su voz, desearÃa haber salido corriendo y no tener que tratar con la primogénita de las Black.
- Bellatrix Black preocupándose por mi salud, que considerada por tu parte, 'querida'.
El tono era sarcástico, y le habÃa salido sin querer, o no, en realidad le daba igual. Aquella demente era una de las que se dedicaban a recordarle tanto a ella como a Lily, su procedencia, y que los 'sangre sucia'no debÃan estar mezclados con magos como ellos.
Cerró su libro y lo metió en la cartera. Su mano permaneció allÃ, escondida, aferrada a su varita y se levantó con cuidado, apartándose de la roca lo más que pudo. ¿Y si Edgar
andaba en lo cierto? Intentó no pensar en aquello.
- ¿Necesitas algo, Black?
Ignorando su pregunta, alcé rápidamente mi varita contra ella. Vi que su mano estaba escondida, y podÃa ser tonta pero no lo era tanto.
−¡Expelliarmus!− grité hacia su mano. Su cartera salió volando y con ella todo lo que estaba dentro. Luego volvà a atacarla, tirando a Mary al suelo.−¡Expelliarmus!− grité de nuevo.
Me acerqué a ella a paso lento, sabÃa que no irÃa a ningún lado, y menos indefensa. Una sonrisa maliciosa me cruzaba el rostro. Oh, como iba a disfrutar de esto.
−Pues sÃ, verás, necesito algo. Tengo algo dentro de mà que me concome, y no sabes cuánto querida.
Usé su mismo tono sarcástico. Al menos la pregunté que yo le formulé antes era sincera, bueno… Más o menos. Con una pequeña carcajada di un salto y me coloqué encima de ella a horcajadas. Alcé la navaja con la mano izquierda y se la coloqué frente a su cara, para que la viera.
−Creo que no la conoces, ¿verdad? Me susurra que tiene muchas ganas de conocerte…− solté una profunda carcajada mientras eché la cabeza hacia atrás y volvà a mirarla sonriendo. ¡Qué bien nos lo Ãbamos a pasar!
Ni siquiera le habÃa dado tiempo a reaccionar. ¿Pero qué coño le pasaba a esa? SabÃa que Bellatrix era un poco..bueno, estaba un poco desequilibrada, o eso es lo que se rumoreaba, al menos, no habÃa tenido el placer de tenerla cerca, hasta esa tarde.
Notó las piedras que rodeaban la orilla del lago clavándose en su espalda, una habÃa chocado contra su cabeza por culpa del golpe. Estaba un poco aturdida, pero su mente se despejó cuando vio la navaja a menos de dos centÃmetros de su nariz. Aquello no iba a acabar bien.
- Suéltame.
Empezó a patalear para intentar zafarse de la primogénita de las Black, Mary tenÃa un hermano mayor, se habÃa escabullido miles de veces bajo un peso mayor que el de aquella tarada. Pataleó hasta que consiguió tirar a la chica hacia un lado.
Aquello le dio un poco de tiempo para intentar incorporarse y recuperar su varita. TenÃa que hacerlo, no iba a dejar que la hiciese daño.
Mientras se levantaba pudo oÃr los chillidos aberrantes que salÃan por la boca de Bellatrix Black. Aquello realmente la habÃa hecho enfadar y si no conseguÃa la varita lo
iba a pagar bastante caro, asà que echó a correr hacia su cartera antes de que la otra reaccionase.
Apretaba con fuerzas las piernas sobre su cuerpo, para que no se escapara, pero con un desliz que tuve al reÃrme, aflojó y ella pudo golpearme. Caà hacia un lado, golpeándome en mis brazos desnudos con las piedras que habÃa en la orilla. Comencé a gritar, enfadada por completo por lo que acababa de hacer. ¡Esa idiota estaba fastidiando todo!
Me estiré un poco para coger la varita y cuando la tuve de nuevo en mi mano, no me lo pensé dos veces. Apunté hacia ¿Mary? ¡SÃ, creo que ese era su nombre! Y dije con firmeza:
−¡Crucio!
Me incorporé rápidamente y cuando me acerqué a ella, que estaba tirada en el suelo retorciéndose de dolor, sonreà con malicia.
−No me dejas otra alternativa querida… ¿En serio crees que te puedes librar tan rápido de mÃ? Oh…
Me llevé una mano al pecho y me agaché para coger su varita, la lancé al lago y di un par de saltitos emocionada.
−Te estás portando muy mal, y no querÃa recurrir a esto, pero no me dejas otra, en serio… Incarcerous.
Atada, sabÃa que no podÃa ir a ningún lado. Deshice los pasos de antes para coger la navaja del suelo y volvà hacia donde se encontraba la Gryffindor. De un golpe, volvà a sentarme sobre ella a horcajadas.
−A ver… A ver… ¿Por dónde Ãbamos?− Me llevé las manos con la varita y la navaja hacia mi cara y comencé a reÃrme planeando lo que iba a hacer.
La tenÃa, casi la tenÃa.
Cuando los dedos de Mary rozaron su varita, un terrible dolor le recorrió todo el cuerpo y no pudo evitar soltar un grito terminando tirada en el suelo. Aquello no era ni de lejos una broma pesada.
Las cuerdas le apretaban el cuerpo, aunque estaba demasiado aturdida por todo lo que habÃa pasado hacÃa apenas dos minutos antes como para intentar resistirse.
Estaba aterrada. HabÃa sufrido humillaciones antes, incluso bromas, pero aquello...aquello. Solo podÃa mirarla, cada vez que intentaba moverse, las cuerdas la rozaban, y ya empezaban a hacerle heridas.
- Dejame en paz, no le diré a nadie nada, pero dejame tranquila Black.
Aquello tenÃa el mÃnimo tono de súplica, pero lo tenÃa, si habÃa sido capaz de usar una maldición imperdonable con ella, no se querÃa ni imaginar lo que iba a venir después.
−Oh, sé que no se lo dirás a nadie, porque si no, las consecuencias serán mucho peor que esto… Créeme…
Deslicé la hoja de mi navaja por si mejilla, seguro que el frÃo del metal le reconfortaba, porque lo que venÃa ahora… Volvà a reÃr con una carcajada sonora. Acaricié el cuello con mi pequeña amiga, la clavÃcula derecha y cuando llegué ahÃ, me puse la varita en la boca y arranqué con ayuda del arma afilada parte de su ropa, dejando la piel desnuda al aire.
Me guardé la varita en la bota derecha para que no molestara y me incliné hacia su cara sonriendo de oreja a oreja.
−Oh Mary… Voy a hacerte un gran, gran regalo y sé que no podrás agradecérmelo nunca. Verás, no… no puedes olvidar lo que eres. Y para ello, voy a marcarte, para que lo recuerdes durante toda la vida. La gente como tú solo hace ensuciar el nombre de los magos. Vosotros… sois basura, no servÃs para nada y tan solo ensuciáis nuestro sitio. La sangre verdadera es la que regenta, no la vuestra.
Tras escupir esas palabras, me relamà los labios. Cogà aire y a continuación bajé un poco por sus piernas para poder inclinarme sobre ella. Jugué tan solo unos segundos pasándome la navaja de una mano a otra y finalmente se la clavé. Lentamente sobre su piel, abriendo esta y formando la primera letra de lo que era.
La M ya comenzaba a formar parte de su piel, corriendo hilos de sangre por la punta afilada. Cada gemido de dolor que hacÃa, era música para mis oÃdos, y mi sonrisa no podÃa ampliarse más.
Al cabo de unos minutos, la palabra mudblood estaba escrita bajo su clavÃcula derecha. Me pasé la hoja de la navaja por la lengua, para limpiar la sangre que habÃa en ella, y miré a Mary mientras pasaba el dedo luego por la navaja. Pobrecita… ParecÃa que estaba ¡sufriendo tanto! ¡Qué maravilloso! PodÃa haberla dejado inconsciente antes de empezar, pero entonces, no serÃa divertido.
El color de la piel de Mary palideció dos tonos al notar el metal de la navaja sobre su piel, y otros más, si era posible cuando Bellatrix empezó a desgarrar su ropa.
Lo primero que notó fue el frÃo filo del arma clavándose en su clavÃcula, acto seguido le siguieron más, al principio, Mary intentó resistirse a gritar, pero al final no puedo contenerse.
La vio sonreÃr con satisfacción, pero la estaba mirando como quien miraba un reflejo en el espejo, estaba consciente, sÃ, pero aturdida. Más incluso que antes, ¿de verdad nadie oÃa sus gritos?
- No eres mejor que yo, arpÃa.
Farfulló y la escupió. Tuvo la buena suerte de al menos llegar a las botas de la chica, eso la cabrearÃa más, pero no iba dejar que la humillara de aquella manera, iba a seguir atacándola como pudiera, pasase lo que pasase. Notaba el aire frÃo y la herida le escocÃa, se contuvo para no llorar, no iba a darle el gusto a aquella chiflada.
Bajé la mirada hacia ella, y al escuchar sus palabras, ladeé la cabeza como si no la hubiera escuchado bien.
─¿A quién has llamado arpÃa? ─ Dije a la misma vez que le clavaba la navaja al final de la palabra, haciendo un gran punto que no paraba de sangrar.─ Y sà que lo soy, yo no soy una asquerosa sangre sucia como tú.
Le escupà en la cara y me saqué la varita de la bota. Apunté con esta a su sien izquierda y grité:
─¡Crucio! ¡Crucio! ¡Crucio!
Me levanté de ella con una sonrisa triunfal en el rostro, andando lentamente hacia atrás. La observé detenidamente, viendo como sufrÃa y alimentándome de su dolor. Volvà a agacharme a su lado y le aparté un par de mechones sudorosos de la frente.
─Pobre, pobre Mary. Espero que al fin y al cabo no cojas frÃo. SerÃa una pena que alguien te encontrara aquà muerta por congelamiento ─ me acerqué más aún hasta que mi boca quedo a centÃmetros de su oÃdo.─ Y recuerda, si se lo cuentas a alguien, lo sabré.
Con un salto me incorporé y me fui de allà dando saltitos. ¡Qué buena noche habÃa quedado! Seguro que aún quedaba algo para cenar en el Gran Comedor.
Mary tragó saliva cuando la volvió a ver con la navaja en la mano y acabó en su clavÃcula de nuevo.
Después vino, en su opinión, lo peor. Notó como un dolor recorrÃa toda su médula espinal y se expandÃa por todo su cuerpo, y asà varias veces, gritó, pero al parecer nadie la oÃa, volvió a gritar. Aquello era insoportable. ¿Cómo no habÃa sido más lista? Pudo escuchar su amenaza antes de que empezara a perder el conocimiento, poco a poco, el cielo gris empezaba a tornarse de un color oscuro.
Oyó una voz, pero no conseguÃa distinguirla, ni siquiera podÃa ver quien era. SeguÃa oyendo la voz y notaba como alguien la zarandeaba, pero Mary ya estaba totalmente inconsciente.
(Molly)
Ya se encontraba mejor. A aquellas horas las náuseas casi habÃan desaparecido, no necesitaba estar en la EnfermerÃa y mucho menos recluida en su habitación o en la Sala Común, asà que decidió salir a dar una vuelta por el lago, por primera vez sin Arthur. QuerÃa pensar y asimilar el giro de 180º que habÃa dado su vida en cuestión de una
semana.
Conforme iba acercándose a su destino, pareció escuchar gritos. ¿Gritos? ¿Viniendo del lago? Todas las alarmas de Molly comenzaron a sonar, especialmente cuando a lo lejos vio a Bellatrix Black yéndose de allà dando... Dando saltitos. Y cuando aquella chica estaba asà de feliz era porque habÃa provocado cualquier catástrofe.
Buscó el lugar exacto de donde provenÃan los gritos y finalmente, se encontró en el suelo a nada más y nada menos que una de sus mejores amigas: Mary. Todo el cuerpo de Molly comenzó a temblar y tuvo que forzar sus piernas para poder llegar hasta ella, tirándose al suelo y cogiendo con una mano su cabeza y con la otra su mano.
—¡¿Mary?! Oh, Mary —Molly empezó a llorar desconsoladamente cuando leyó "mudblood", un término horroroso que solo usaban personas más horrorosas aún—. Aguanta, por favor. Te voy a llevar a la enfermerÃa.
Finite incantatem, pronunció Molly, apuntando a las cuerdas que ataban a Mary. La maldición aprisionadora, Incarcerous. Por ella misma no conseguirÃa llevarla hasta la enfermerÃa y no podÃa aparecerse dentro de Hogwarts, menos cuando era inexperta todavÃa. AsÃ, servida del hechizo Mobilicorpus, consiguió llevarla hasta la enfermerÃa. Bellatrix Black se las iba a pagar.
Black is elegancy
Mamá siempre decÃa que tenÃamos que ser muy elegantes y perfectas. Que la elegancia era todo. Que Black es elegancia. Y como buena Black no podÃa dejar pasar nada. Mamá era muy severa con nosotras, desde pequeñas nos enseñó buenos modales, nos enseñó protocolo y nos enseñó a portarnos bien, a portarnos como Blacks.
Al ser la primera no hubo ningún problema si me saltaba de vez en cuando las normas, pero si lo hacÃa en un mal dÃa… Mejor no conocer lo que venÃa luego. Aún recuerdo la regla que siempre estaba sobre la chimenea de nuestro cuarto, recordándote que no debÃas de portarte mal, saltarte las normas o peor aún, ensuciarte el vestido.
Cuando vino Andrómeda, los primeros meses pasé más desapercibida, todos tenÃan la mirada puesta en la nueva cosa redondita que siempre estaba calladita. Tan solo lloraba cuando querÃa comer, y eso, algunos lo veÃan adorable. Yo me acercaba a su cuna, hacÃa sonar el sonajero y de vez en cuando Meda me regalaba una pequeña sonrisa.
Mientras todos adoraban a la nueva criatura, yo podÃa ser un poco más libre, pero cuando fue creciendo, mamá ya nos obligó a vestirnos igual, a hacer casi todo igual y a comportarnos igual. No podÃamos hablar cuando no nos correspondÃa delante de personas, siempre rectas y calladas. Pocas veces nos dejaba cogernos de la mano. Tan solo podÃamos ser nosotras mismas cuando estábamos en nuestro cuarto jugando. Las horas de libertad en esa casa eran escasas.
Cuando nació Narcissa, todos adoraban a la pequeña rubia de la familia. La más dulce e inocente decÃa papá. Yo era el ojito derecho de papá, pero dejé de serlo, solo en pequeñas ocasiones me trataba igual que antes. Pero eso no cambió el hecho de que adoraba a mi hermana. De pequeña era más divertida que Meda, y Cissy se reÃa más con cada tonterÃa que las dos le hacÃamos.
Cuando cumplió tres años, mamá se volvió duramente severa con nosotras. En una semana ya sabÃa todos los cubiertos que tenÃa que usar. Yo comencé a asistir a clases más usualmente, era la única hasta que Meda cumplió un poco de más edad. Y cuando las tres ya éramos lo suficiente mayores para lo que mamá creÃa, todo cambió.
El ballet fue mi asignatura obligatoria. TenÃa que aprender la elegancia de los movimientos, siempre se trataba de la elegancia. El tiempo en el que los realizaba, el movimiento justo que los hacÃa, y la delicadeza de cada postura. Aún recuerdo todas las horas que le dediqué al ballet. Mamá no se cansaba nunca de ordenar, y en mÃ, parecÃa que tenÃa especial interés.
A Meda le tocó la música. Era bastante buena con el arpa, me encantaba pasar horas a su lado mientras leÃa y me perdÃa con la música que sus dedos creaban. Para Cissy fue la pintura, papá le dedicó horas y horas, y papá casi nunca pasaba tiempo con nosotras. Pero después de unos años, Cissy sabÃa manejar la brocha de maravilla, con unos movimientos suaves y sutiles.
Al cabo de unos años, todas hacÃamos lo que se nos habÃa asignado a la perfección. Si no lo hacÃamos, la regla volvÃa a su sitio, a la mano de mamá. Y yo podÃa soportarlo, siempre lo soportaba, con los dientes apretados y sin una lágrima para derramar. Pero cuando oÃa los llantos silenciosos de mis hermanas… Eso sà que no lo soportaba, y la furia crecÃa dentro de mÃ. Mamá la alimentaba lentamente, cada vez que la regla estaba en su mano y acababa en los cuerpecitos delicados de mis hermanas.
Mamá nos alimentó, con elegancia, paciencia y parsimonia. Mamá querÃa que fuéramos perfectas, y quizás para sus ojos lo éramos. Pero por dentro, por dentro estábamos rotas, delicadamente por culpa de la elegancia de los Blacks.
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