Verdades y mentiras



Cogí la segunda fresa para mojarla en el chocolate líquido que tenía en un bol junto a la madera donde estaba cortando el pan. Brigitte ya había desayunado un par de tortitas y unos pequeños trozos de fruta que había conseguido que me dejara ponerle en el plato. Al final dejó un par de trozos de melocotón, pero sin duda las tortitas bañadas en chocolate habían caído enteras.

Sabía que Teddy no iba a desayunar poca cosa, tiene un apetito voraz y después de todo este tiempo, podría comerse todo lo que tuviera en la cocina. Así que aparte de las tortitas, iba a prepararle un par de tostadas con huevo y aguacate, le encantaba desayunar eso.

Mientras tanto, estaba aprovechando para hacer el almuerzo de Brigitte, la casa se iba a llenar de gente el resto de día y no iba a tener tiempo, así que tenía que estar preparada. Le hice un puré de verduras con un poco de pollo. Por suerte mi hija había salido al padre y no tenía ningún problema para que comiera, ya que aceptaba todo.

Mojé otra fresa, llenándola por completo de chocolate, lo que llevó a que las puntas de mis dedos se mancharan. Así que cuando me comí esta, me llevé cada dedo a la boca para lamerlos, no podía desaprovechar ni una pizca de chocolate. Sería un delito.

Cuando estaba acabando con el dedo gordo en mis labios, escuché un sonido en la puerta. Y con un pequeño brinco por culpa del susto inesperado, me giré para encontrarme a Teddy recién despierto. Estaba completamente despeinado y llevaba puesto la camiseta del pijama, una cosa inusual en él, pero sabía que era para ocultar todas las heridas vendadas y las pocas que habían quedado al aire. Era mejor así.

—Buenos días, ¿has dormido bien? — me sequé la mano en el paño que tenía en la encimera.

—Mejor que nunca, la verdad.

Teddy se pasó una mano por los pelos revolviéndoselos, aunque creo que era un intento en peinarlos pero resultó ser en vano. ¿Tenía un tono más claro o me lo estaba imaginando?

Se acercó a mí y sin decir palabra me cubrió la cara con ambas manos para acercarme a él y darme un beso. Sonreí en sus labios y llevé la palma de mi mano hacia su pecho, con cuidado, dándome la sensación de que se pudiera romper de un momento a otro.

Se separó de mí y se quedó mirándome seriamente. Llevé una mano a su pelo, pasando mis dedos entre sus mechones cortos, luego la bajé hacia su mejilla y en aquel momento dejó caer la cara en ella cerrando los ojos.

—No voy a irme a ningún lado…— susurré como si le estuviera leyendo los pensamientos.

Dejó caer sus labios en mi frente y se quedó unos segundos así, hasta que volvió a hablar.

—Te necesito…— dijo con un hilo de voz.

—Estoy aquí. Estoy aquí — repetí inclinando mi cabeza hacia arriba para buscar sus labios.

Con un pequeño gemido respondió a mi beso. Una de sus manos bajó acariciándome el costado, pasó por la redondez de mi barriga y luego fue al final de mi espalda, dejándola en mi trasero y acercándome un poco más a él.

Mi mano rodeó su cintura mientras nuestras lenguas jugaban, aún con la desesperación del día anterior, una desesperación que dudaba que se acabara pronto. Nos separamos cuando sin querer le mordí el labio inferior, ya que se quejó con una pequeña sonrisa. Aunque tampoco fui muy lejos ya que me quedé abrazada a él, descansando la cabeza sobre su hombro y acariciándole el hueco de la garganta.

—Van a venir pronto, les he escrito a todos. Tenían que saberlo cuanto antes, y te he preparado un buen desayuno.

Teddy asintió y agachó la cabeza para depositar varios besos por mi cuello. Yo me encogí de inmediato, atrapando su cabeza con la mía. Sabía que no podía hacerlo, es mi punto débil.

—¡Teddy! ¡Que tienes que desayunar!

La carcajada que soltó por eso me llenó por dentro. No creía que fuera a verlo tan feliz nada más volver. En realidad, no creía que fuera a verlo de nuevo. Intentó besarme de nuevo, pero yo le esquivé velozmente mientras ambos nos reíamos.

—¡Papi!

Ambos miramos a la vez hacia las puertas que daban al comedor, mientras nuestros cuerpos giraban enredados para ver a Brigitte que estaba con los brazos abiertos hacia arriba. Vino hacia nosotros y Teddy se agachó para cogerla en brazos.

—Buenos días brujilla. ¿Estabas jugando?

—A lash cashistash — asintió Brigitte mientras ponía morritos.

Me reí entre dientes al ver la cara tan graciosa que puso y dejé un beso en su mejilla.

—Venga, dile a papá que tiene que desayunar.

Me giré para agarrar la varita que estaba sobre la encimera, entre un montón de platos, cubiertos y alimentos y la agité para que la tetera se pusiera en marcha.

Teddy se sentó con Brigitte encima esperando a que le sirviera mientras esta le relataba Merlín sabe el qué, ya que no entendíamos la mitad de lo que decía. Coloqué delante de él un plato con cuatro tortitas bien gordas, bañadas en chocolate. Un bol de fruta mezclada y otro plato con las tostadas de huevo y crema de aguacate. No podía faltar el té negro acompañando todo eso. Al ver la comida me entró hambre de nuevo, así que preparé un poco más de chocolate y un bol de fresas para mí. Me senté a su lado y con las piernas estiradas en una silla y con mi barriga haciendo de mesa desayunamos los tres, porque Brigitte se apuntó a robarle un poco más de tortitas a su padre.

De vez en cuando mientras Teddy masticaba y no tenía que coger el tenedor, extendía la mano derecha para acariciarme la tripa. En ella tenía el bol de chocolate apoyado y en la mano sujetaba el otro que estaba repleto de fresas. Pero este casi se me cae al suelo cuando dos figuras se aparecieron en mitad de la cocina sin avisar.

—¡Por las barbas de Merlín! ¿Cuántas veces os he dicho que lo hagáis en la puerta y llaméis antes? — grito tras pegar un brinco del susto.

Harry y James me ignoraron por completo, ambos estaban mirando a Teddy embobados, sin creerse lo que estaban viendo sus ojos.

—Es cierto…— susurra mi tío Harry, incrédulo.

Teddy se limpia la boca con la servilleta y se levanta dejando a Brigitte sentada en su silla. Va directo hacia su padrino y le abraza hundiendo la cabeza en su cuello, como si fuera de nuevo un niño pequeño.

Harry ha sido el padre que nunca tuvo, y todos lo sabíamos. Fue él quien me ayudó a ir al ministerio para poner todos patas arribas para que le buscaran. Pero me dijeron que no podían hacer nada, que no era el único que había desaparecido. Ahora las desapariciones habían aumentado con los rumores que había de él, por lo que no se podían centrar en solo una, solo la archivaron y siguieron como si nada. Por mucho que grité, lloré y visité medio ministerio, ignoraron a una mujer embarazada en busca de su marido desaparecido. Así que Harry fue un gran apoyo tanto como para mí como para la abuela Meda, que lo ha pasado igual de mal que yo.

Tras un rato, Harry se separa, tanto él como Teddy limpiándose unas lágrimas que se han escapado sin permiso. Teddy se ríe entre los dientes y se acerca a James.

—Ni se te ocurra James, está muy débil.

Mi primo me mira un poco anonadado, ya se había fijado en la venda que cubre la muñeca de Teddy y asiente mientras se acerca a él para abrazarle también. Ambos tienen la mala costumbre de pegarse al saludarse, como simple saludo o antes de darse un abrazo. Siempre caía un puñetazo o algo peor, y esta vez no iba a ser así. Esta vez, los dos no dejan de reírse mientras se abrazan y se sacuden suavemente.

Mi tío Harry se acerca para darme un beso en la mejilla al igual que Brigitte que ahora que nadie la miraba, estaba pellizcando una tortita para poder comérsela y se había puesto perdida de chocolate, tanto las manos como la boca y parte de la camiseta del pijama.

—Teddy, termínate el desayuno o lo hará tu hija — le digo señalándola con la cabeza. — ¿Habéis desayunado? Serviros lo que queráis.

—No, no, acabamos de desayunar, Ginny esperó a que termináramos porque sabía que vendríamos directos. En cuanto Lily se despierte vendrán ellos — me dice Harry sentándose en la mesa con nosotros.

—Uhm, no te voy a hacer el feo prima, ¿dónde tienes las tostadas?

Siendo él no me extraña nada que vuelva a comer como si no hubiera probado bocado en todo el día, así que señalo la encimera donde estaba el pan ya cortado a la espera de solo calentarlo y levanto la varita para que se pusiera todo en marcha. Un par de tostadas se levantan en el aire y se meten en la tostadora. Abro un armario y hago que salga un plato, la puerta de la nevera también se abre y de ella sale la mantequilla que se pone en el plato a la vez que las tostadas ya calientes. El plato finalmente se posa delante de James y este me guiña un ojo.

Sacudo la cabeza y me llevo una mano a la boca para taparla ante un bostezo inesperado. Teddy tiene que acercarse a coger el bol de chocolate antes de que se caiga ante el pequeño movimiento que he hecho.

—¿Quieres subir a dormir? Puedo encargarme de Brigitte.

—No, no, estoy bien —mentí un poquito, en realidad tenía sueño. En esta última fase del embarazo podía quedarme dormida a todas horas y donde fuera. Pero también podía aguantar un poco más hasta que llegaran todos.

Me comí el bol entero de fresas, tampoco dejé ni una gota de chocolate. Por culpa de eso el bebé comenzó a moverse, como si pudiera andar de un lado a otro de la barriga. Corté a Teddy mientras hablaba con James agarrándole una mano y la puse siguiendo las patadas que sentía en ese momento por la criatura.

Teddy me miró a los ojos sonriendo y me apretó la mano mientras ponía la otra intentando seguir el rastro del bebé que no paraba. Justo en ese momento entraron por la puerta de la cocina mis padres, Louis, y para mi sorpresa, Dominique.

Me incorporé poco a poco, primero me senté en la silla con las piernas abiertas y una vez que tenía suficiente aire y fuerzas, me agarré a la mesa para levantarme. James se me quedó mirando mientras tanto.

—Eres todo un caballero, James.

Este se encogió de hombros y se terminó su tostada. Quité los platos sucios de la mesa mientras mi familia daba la bienvenida a Teddy. Mamá comenzó a llorar al abrazarle y Teddy tuvo que calmarla un poco. Luego vino hacia mí y siguió llorando mientras me abrazaba. No sabía que decirle, estaba segura de que si abría la boca volvería a llorar yo también, y después de anoche, podía asegurar que ya no me quedaba ninguna lágrima.

Anoche. Parecía una eternidad y tan solo había pasado horas.

Mamá me acarició la cara sonriendo mientras ella misma se limpiaba las lágrimas. Le di un beso en la mejilla y suspiré, intentando no llorar.

—¿Cómo está Victoire? — susurró.

—Débil. Y muy herido… Está… destrozado mamá, tiene costillas rotas, una muñeca en carne viva que la he intentado salvar un poco y… ¡le han tenido que hacer de todo! No quiero saber cómo está mentalmente… No sé cuánto tiempo necesitará para recuperarse de esto…

El labio inferior comienza a temblarme y cierro los ojos fuertemente para que nadie me viera llorar.

—Está bien cagiño, ya ha pasado todo — mamá me da un beso en la frente y se pasa el pañuelo por las mejillas.

Cuando mamá se va para buscar a Brigitte, Louis se acerca a mí para abrazarme y se me escapa una carcajada por la cara de felicidad que tenía.

—Te lo dije hermanita.

Le abrazo y me separo seria de él cuando veo que Dominique se acerca a nosotros.

—¿Puedo hablar contigo, Vic?

Suspiro y miro detrás de ella, Teddy está entretenido hablando con uno y otro y terminando de saludar a papá. Brigitte está en brazos de su abuela, así que no tenía que preocuparme mucho. Asiento y salgo de la cocina para llegar a la entrada y girar a la derecha hacia el salón. Cierro las puertas correderas una vez que ha pasado Dominique y me cruzo de brazos, quedándome de pie en medio de la estancia.

—Solo te pido que hoy no Dom, hoy no, por favor. Concédeme el día de hoy, solo te pido eso.

Me paso la mano por el pelo, echándomelo hacia atrás, pero un mechón se desliza de nuevo por la parte derecha de mi cabello cayéndome sobre la frente. Mi hermana agacha un poco la mirada y cuando la alza, no sé identificar muy bien lo que transmite sus ojos.

—Lo siento. Siento… lo que te dije y… todo.

Mi boca se abre y susurro un simple ‘oh’, incrédula por sus palabras. Esto va a ser interesante. Sin decir nada, voy hacia uno de los sofás y me siento tras colocar un cojín para mi espalda. Me siento un poco mareada por la situación, no me esperaba para nada sus palabras y ahora no sé cómo actuar.

—¿Sabes que no puedo perdonarte tan fácilmente no? Me hiciste mucho daño Dominique, muchísimo… — la miro con el ceño fruncido y negando levemente con la cabeza.

—Lo sé. Y vuelvo a repetir que lo siento.

Desvía la mirada un poco incómoda. Ella tampoco se tiene que estar sintiendo bien con esto, conociéndola le tiene que estar costando muchísimo decirme estas palabras.

—¿Por qué?

—¿Perdona? — gira la cabeza para mirarme y el sol deja unos reflejos preciosos en su pelo rojo. Tiene la melena tan larga como siempre y su color el color que tiene es de una verdadera Weasley.

—¿Por qué todos estos años han sido así? Soy tu hermana, y en cambio… ahora no te reconozco siquiera. No sé qué crees que te he hecho para… recibir este odio. Porque si, me siento odiada por ti. Y… no sé, me lo he preguntado durante muchos años Dominique, no sé qué pasó exactamente para que las dos termináramos así. Recuerdo todos los días que pasamos en Hogwarts juntas, apoyándonos o estando en casa jugando de pequeñas y me dan ganas de llorar, porque ahora eso parece mentira. Sé que mamá sufre con nosotras dos así, y yo también, mi hija no sabe que tiene una tía, eres una desconocida para ella, y eso me duele a mí también.

Mi hermana aparta la mirada una vez que he terminado de hablar y traga saliva. Tarda un rato en responder, pero al final lo hace, con un tono muy bajo, y con su cara encendiéndose en tonos rojos por segundos.

—Eras perfecta. Lo eres, mejor dicho. Tenías y tienes de todo. Eras la hija modelo, nunca hacías nada mal, todos confiaban en ti y yo… siempre estaba a tu sombra.

Bufo ahogando una risa irónica. Que equivocada está.

—Estoy muy lejos de ser perfecta. No lo soy para nada. Y tampoco tenía de todo. Solo fui la primera, en cuanto llegaste tú todo cambió. Aún me acuerdo como todos estaban sorprendido de que fueras la única pelirroja de los tres, hablaban de eso hasta años más tarde. Y en cuanto llegaste tú, dejé de tener todo. Tenía que compartirlo porque eras mi hermana pequeña y a mí no me molestaba en absoluto. Me encantaba jugar contigo. Si no llega a ser por ti no hubiera nunca montado en escoba. Tampoco me habría manchado los vestidos saltando en el barro si no hubiera estado contigo o me hubiera tirado colina abajo cuando teníamos catorce años si tú no me llegas a incitar a ello. Tú eras la salvaje de los tres, la divertida, la que no tenía miedo de nada. Yo en cambio era todo lo contrario y Louis… Bueno, es Louis, es raro y distinto a su manera.

Me encojo de hombros y me coloco el cojín un poco mejor, removiéndome en el sitio para encontrar una mejor postura, y continúo hablando.

—¿Sabes que cuando llegué a Hogwarts no tenía amigos? Sí, así es. Weasley, rubia y en Ravenclaw. No era del agrado de todos a decir verdad. Solía comer sola casi siempre y cuando las demás de mi casa pasaban el tiempo juntas, yo me refugiaba en la biblioteca. E incluso hablaban de ellos, me enteraba mientras pasaban a mi lado por los pasillos, o por la sala común o el comedor. Todo cambió un día cuando después de Navidad, Teddy decidió que si hablaba conmigo en las comidas familiares, también podía hacerlo en el colegio — esbozo una pequeña sonrisa. — Al principio nos veíamos muy de vez en cuando, solo para comentar un par de cosas o de vez en cuando comíamos juntos. Era muy tímido para hablarme en el colegio, pero en cambio cuando volvíamos a las comidas familiares, todo volvía a la normalidad como todos los años. Esa timidez desaparecía y jugábamos como si nada. A partir de segundo, cuando entraste en Hogwarts junto a un par más de nuestros primos creía que iba a ser distinto, que todo iba a cambiar. Y así fue pero durante poco tiempo. Tú conseguiste entrar en la casa esperada y hacer amigas, y aunque pasábamos mucho tiempo juntas sabía que era distinto.

>> Teddy empezó a juntarse más con James y sus amigos, así que yo me quedaba en la biblioteca de nuevo, porque si sacaba malas notas creía que defraudaría a papá y a mamá. Ese año Teddy se olvidó un poco de mí, pero en tercero después de la comida de despedida pasamos más tiempo juntos. No nos separamos hasta quinto, cuando un día, en el lago después de clases, sin esperármelo, aunque creo que él tampoco lo supo hasta ese momento, me robó un beso. — Sonrío mirando a la barriga, la cual me estoy acariciando, molesta por la posición en la que estaba. — Empezamos a salir a escondidas, con miedo a que alguno de vosotros nos pillaran. La biblioteca era nuestro mejor escondite, pero cuando se llenaba de gente teníamos que recurrir a las afueras, era todo un reto esconderse en los patios o tras los arbustos.

>> En sexto, el día antes de partir hacia Hogwarts, James nos pilló en su desván mientras todos comían. Tuvimos que rogarle que no se lo contara a nadie, pero a la vuelta en Navidad nos sobornó y decidimos contarlo. En realidad me daba igual, era feliz y no te iba a engañar que estaba enamorada hasta las trancas, pero no me di cuenta de ello hasta séptimo, cuando le golpearon en un partido de Quidditch y fui a visitarlo a la enfermería.

>> Cuando habíamos acabado ya la escuela y un día montamos un picnic en la playa, se quedó dormido sobre mis piernas, y ahí, fue cuando me di cuenta de que no podía vivir sin él. Que no podría pasar ni un solo día separada de él, lo necesitaba para respirar. Por suerte, a las dos semanas me pidió matrimonio. — Sonrío alzando las cejas y levanto la mano derecha para enseñar la alianza que luzco en mi dedo anular. — Y desde entonces, no me separé nunca de él, hasta que… Bueno, ahora que ha vuelto…

Trago saliva y ladeo la cabeza, yéndome un momento en mis pensamientos, hasta que decido seguir contando.

—No te haces una idea de lo mal que lo pasé cuando supe que no iba a volver. No salí de la cama en meses, no quería comer y tenía que alimentar a lo que estaba creciendo dentro de mí. No quería mirar a mi hija, porque si lo hacía me recordaba a él. Lo que me dijiste fue el colmo, aunque también me hizo abrir los ojos para saber que no iba a volver. Que le habían hecho algo, porque muy a tu pesar entonces sabía que él no me había abandonado. Pero no podía pensar en tener a otro sin él a mi lado. No quería. Y durante un mes me abandoné, mamá me obligó a comer, pasaba todos los días en mi casa y cuidaba de mi hija por mí. Porque yo solo lloraba y dormía. Ella venía a buscarme y yo la miraba sin verla, necesitaba a su madre y en cambio tan solo veía al espíritu de ella.

Me limpio la lágrima que se ha escapado y carraspeo para seguir.

—¿Sabes lo mala madre que he sido? ¿Sabes lo mal que me sentía por no querer a mi propio hijo? Por pensar que no sería capaz de mirarlo a la cara. Cuando me dijeron que era un niño pensé que podría salir con su pelo, y no hubiera soportado eso. Simplemente no podía. Hasta ayer no sabía que iba a ser de mí, no veía la salida al final de túnel. No sabía cómo iba a decirle a mi hija de dos años que su padre estaba muerto y que este nunca iba a conocer a su nuevo hijo. Me he vuelto loca todo este tiempo, mamá no sé cómo no tiró la toalla conmigo y… — sacudo la cabeza, sin saber que más decir. — No sé qué pensarás, pero te aseguro que estás muy equivocada con lo que piensas sobre mí. No soy nada de eso y no tengo una vida perfecta ni por asomo.

Vuelvo a limpiarme otra lágrima traicionera. Odiaba llorar delante de mi hermana, siempre se había reído de mi cuando lo hacía.

Siguiendo las sorpresas de la mañana, noto como Dominique me coge de la mano derecha y me aprieta.

—¿Por qué nunca me has contado nada de esto?

Me encojo de hombros. No sé si esperaba hace años que me diera un arrebato y un día le confesara todos así por las buenas, aunque bueno, creo que es lo que acaba de pasar.

—Tampoco preguntaste — respondo mirándola de reojo.

Las puertas correderas tiemblan por un momento y tras unos segundos mientras alguien hace fuerza se abren un poco y la cara de Brigitte aparece sonriendo de oreja a oreja al verme.

—¡Mami!

Viene corriendo hacia mí y la cojo en brazos sentándola entre nosotras dos. Se deja caer sobre mi costado, apoya una mano sobre mi barriga y cierra los ojos. Me quedo mirándola sonriendo y le acaricio el pelo a la espera de que caiga dormida. Algunas veces se echa una siesta antes de comer, y ahora que no habrá parado de unos brazos a otros, estará reventada.

Me encuentro a Dominique mirándola, observándola más bien, hasta que finalmente alza la mirada hacia mí.

—Se parece mucho a ti. Aunque la boca es la de Ted.

Asiento sonriendo desde el sentimiento de mamá orgullosa y atrapo un rizo perfecto entre mis dedos.
—El pelo tampoco es nuestro. Hubiera matado por tener unos rizos así.

A Dom se le escapa una pequeña carcajada y me mira el vientre.

—¿Cuántos pensáis tener? — parece que por segundos se está aflojando algo dentro de ella, ya que veo como le acaricia una pierna desnuda a Brigitte con un par de dedos.

Sonrío acariciándome el enorme bulto que tengo por barriga.

—Yo quería cuatro, aunque Teddy siempre ha dicho de tener cinco, así que ya veremos que pasará.
Bostezo, cubriéndome la mano con la boca y miro a mi hija que ha caído redonda. Qué envidia, y cuanto me gustaría acompañarla.

—¿Sabes? — Digo — siempre he visto el caparazón que te has puesto encima. Creía que Max ayudaría a romperlo, pero no sé qué ha sido ahora de vosotros, no lo veo desde hace un par de años cuando hicimos esa reunión donde estaba Viola y él. Pero el caso, si te dejas, puedes romperlo, pero tienes que querer hacerlo.

Sin descifrar aún la mirada de Dominique que me mira, se relame el labio de arriba después de mordérselo y ladea un poco la cabeza antes de hablar.

—Max y yo… nos vemos de vez en cuando.

—Entiendo… — la comisura derecha de mi labio se extiende intentando ocultar una sonrisa.

—Perdón por todo Victoire, en serio. Eres mi hermana y… lo he hecho mal.

Gruño por un momento ya que la patada que me ha dado el bebé ha sido en una parte muy baja y me ha molestado. Me froto esa zona mientras me giro lentamente para que Brigitte no se caiga al moverme y cuando lo hago, la voy sujetando poco a poco a medida que me muevo. Cuando estoy al borde del sofá, coloco un cojín bajo su cabeza y me levanto apoyándome en el sitio más cercano que es una mesita que tengo al lado.

Dominique se levanta también y ambas nos fundimos en un abrazo, algo torpe y tímido, aunque intenso a la vez. Le doy un beso en la mejilla y me separo para mirar a Brigitte, que está dormida con la boca abierta, y tan preciosa como siempre. Agarro una manta que hay en el lateral del sofá y se la echo por encima con cuidado de no despertarla.

Termino de abrir las puertas que Brigitte había dejado medio abiertas con la intención de volver al comedor para reunirnos con los demás, cuando suena el timbre de la puerta principal. Tan solo tengo que girarme un poco para abrir la puerta y en cuanto lo hago, la abuela Meda interrumpe en mi casa mirando alrededor.

Mi tía Ginny está aún en la entrada, con Lily y Albus, no me da tiempo a saludarles cuando la abuela Meda ha parado de buscarle y me agarra de las manos.

—¿Es cierto mi niña? ¿Ha vuelto?

—Claro, abuela. No os voy a mentir, está en la cocina. Vamos.

La abuela Meda me agarra al brazo y juntas, vamos hacia allí con el resto siguiéndonos. En realidad es ella quién tira de mí, impaciente por verle.

Al entrar en la cocina y verle de espalda, la abuela Meda me aprieta el brazo a la vez que suelta un grito. Teddy se gira rápidamente mientras saludaba a Hermione, Ron, Rose y Hugo que habían llegado mientras yo estaba fuera y se nos queda mirándonos.

Comienza a llorar antes de venir hacia nosotras y la abuela Meda da un par de pasos acercándose a él para fundirse ambos en un abrazo.

—Mi niño…— dice Meda entre lágrimas mientras acuna a su nieto. Teddy tiene la cara hundida en su cuello.

Hace un año el abuelo Ted nos dejó y desde entonces la abuela Meda no ha sido la misma. Pasaba casi todos los días en nuestra casa, Teddy no podía dejarla sola ni un segundo, además de que se entretenía con Brigitte bastante y era bueno para ella despejar la mente de todo lo que quería recordar y llorar. Cuando Teddy desapareció… no pudo con tanto, y al mes sufrió un infarto. Por ahora iba a ahorrarle ese detalle a Teddy, era demasiado pronto para que lo descubriera.

Accio — susurro y la varita que estaba encima de la encimera vuela hacia mi mano. Con esta, hago un movimiento de muñeca para que un par de pañuelos vuelen hacia mí y se lo tiendo a Teddy que estaba a un paso mía, un poco encogido con la cara en el hombro de su abuela.

Una vez se ha separado, Ginny vuelve a ayudar a Meda para que se siente en una de las sillas de la cocina. Alguien se ha encargado de recoger lo que quedaba en la mesa y parte de la familia se ha desplazado al comedor que estaba en la habitación contigua.

Por suerte, cada vez que nos reuníamos todos, cada uno traía una fuente de comida, porque a pesar de que yo hubiera avisado de que tenía suficiente, nunca era así. Siempre comíamos el triple y casi nunca sobraba nada. Más de un Weasley tenía demasiado apetito, y yo incluida.

Cuando Teddy se limpia las lágrimas y se suena la nariz, se acerca a mí.

—¿Dónde está Brigitte? Creo que fue a buscarte y desde entonces no la veo. ¿Qué ha pasado contigo y con Dominique? ¿Está todo bien?

Asiento y le doy un beso rápido en los labios.

—Está dormida en el sofá, estaba allí hablando con Dom. Ya te contaré todo, pero por el momento… está todo bien —sonrío y le acaricio la mejilla antes de ir a saludar al resto de la familia.

Mientras yo saludaba a la tía Hermione y al resto, en ese momento entró Percy con Audrey, Molly y Lucy y los abuelos.

La abuela Molly vino directa a mí a abrazarme mientras me gritaba, era su forma cariñosa de hacerlo y de que viera que ella había tenido razón con eso de que Teddy volvería. Al abuelo Arthur lo sentamos inmediatamente en un sillón que había en el comedor, estaba demasiado mayor y últimamente no se acordaba de muchas cosas, era toda una pena verle así.

Los únicos que faltaban eran George, Angelina, Fred y Roxanne, que llegaron a la media hora, ya que George tuvo que cerrar ‘Sortilegios Weasley’ y volver a casa inmediatamente para venir.

Mientras algunos preparaban las fuentes que habían traído para comer y el resto charlaban o debatían cosas, yo me escapé para ir al salón cuando nadie me vio. Me tumbé al lado contrario de donde estaba Brigitte, y encogida de piernas para no darle y con otra manta por encima, me quedé dormida al segundo.


No sabía exactamente donde estaba, o que día era cuando la mano de Teddy me despertó mientras me acariciaba la mejilla. Abrí los ojos rápidamente y me incorporé, desorientada mirando alrededor.
—Shhh, está todo bien, tranquila.

Una vez que le vi, cogí aire para luego expulsarlo y le agarré de la mano asintiendo.

—¿Cuánto me he quedado dormida?

—Una hora más o menos. Hacía rato que no te veía, así que me lo imaginé. Lo sospeché ya del todo cuando Brigitte se despertó y vino a la cocina diciendo que no le respondías.

Frunzo el ceño riéndome entre dientes, me incorporo lentamente hasta quedarme sentada en el sofá y bostezo un poco.

Teddy se sienta a mi lado y me dejo caer sobre su hombro.

—Estoy tan cansada… Creo que si no me hubieras despertado podría haberme llevado durmiendo toda la tarde.

—Lo sé. En el embarazo de Brigitte lo hiciste un par de veces.

—¡Oye! — me incorporo de él riéndome.— Soy una mujer embarazada, tengo derecho a dormir todo lo que quiera. Y a comer, dime que hay mucha comida por favor.

—La hay…

Teddy se ríe y se acerca un momento a mí para darme un beso en la mejilla. Pero alguien nos interrumpe abriendo las puertas del salón. Cuando creía que iba a ser Brigitte pidiendo comida o mis padres, me encuentro a James mordiendo una alita de pollo con la mano.

—Venga tortolitos, que os vais a quedar sin nada. Te he preparado un plato igual que el mío Teddy, ya verás como así te recuperas pronto.

Sacudo la cabeza oyendo a mi primo y Teddy se levanta antes que yo para tirar de mí y ayudarme a levantarme del sofá. Nos dirigimos a la cocina para comer con la familia.


Después de dos horas almorzando, entre risas, anécdotas, idas y venidas de manos entre los platos cogiendo de todo, nos vamos poco a poco desperdigando por el comedor y la cocina. Nuestras mesas habían consistido en dos fuentes de lasañas, ensaladas, una sopa para los mayores y algunos pequeños, estofado de carne con patatas, puddin de calabaza, patatas al horno con queso fundido por encima y un poco de orégano, una fuente enorme de alitas de pollo, empanada de verduras y pan hueco con queso, bacon y un poco de tomate. Además de que no faltó en ningún momento la cerveza de mantequilla.

Yo me adueñé de dos sillas en el comedor, una para sentarme, y otra para estirar los pies. Brigitte consiguió enredar a Louis para que jugara un poco con ella. Hasta ahora no había parado de un brazo a otro, o mejor dicho de un plato a otro. Estaba segura de que había probado algo de todos los platos que tenía cada uno.

—¿Vas a contarlo ahora o cuando piensas hacerlo? —pregunta ahora James mientras mira a Teddy que está sentado presidiendo la mesa.

Mi primo se queda de pie a mi lado, dejando caer su cuerpo en el marco de la puerta. Miro a ambos sin saber muy bien a qué se refiere, y creo que Teddy me ve, ya que carraspea y habla.

—A ver… Tengo información. — De repente, ambas salas que están conectadas se quedan en silencio y todos miran hacia mi marido lentamente. — Tengo que contaros como escapé, porque os sorprenderá, y oí bastantes cosas mientras dormía o me hacía el dormido.

James le hace un movimiento de cabeza a Albus, este se sienta en una silla al revés y saca una libreta y una pluma con tinta ya incorporada. ¿Por qué debería de tomar nota de lo que cuente?

Veo como todos se hacen una piña en el comedor. El abuelo Arthur está dormido en el sillón, la abuela Molly está al lado charlando con Meda, impacientes ambas por también escucharle. De pronto todos mis primos, tíos, padres y hermanos están en el comedor. Algunos sentados en sillas, otros en el suelo y otros de pies.

—Como decía, pude enterarme de varias cosas. Para empezar, le mencionaban mucho a él, pero también hablaban de una tal Becca. ¿Os suena el nombre?

Lily ahoga un grito, llevándose las manos a la boca.

—¿Ella? ¿Eran los rumores ciertos?

—Henry ya avisó cuando Regina desapareció, deberíamos de avisarle de inmediato, él tampoco acabó muy bien parado en una ocasión por su culpa. En cuanto Becca descubrió que lo sabía, se lo hizo pagar como siempre. Marlene aún no se ha recuperado de esa — dice Dominique agarrando la mano de Lily.

Las miro con el ceño fruncido sin saber muy bien de qué hablan.

—Hay que avisar a Backus de inmediato, quizás él pueda saber algo más, Regina también está desaparecida y quizás tenga relación — dice Albus.

—Frank también puede saber algo — puntúa Molly.

No dejo de mirar a todos mis primos cada vez que alguien habla. ¿Pero de qué están hablando? ¿Becca? ¿Regina? ¿Quiénes son? Harta de no tener ni idea, bajo las piernas de un solo golpe y me incorporo.

—¡Ya está bien! ¿Qué está pasando? ¿Quiénes son esas personas? ¿Alguien puede contarme de que va todo esto?

Entre mis primos, Teddy, y un par de adultos, vuelan las miradas. Hasta que finalmente es Albus quién habla.

—No sabes nada porque fue cuando acabaste Hogwarts, pero justo el mismo año que ya no estuviste con nosotros, llegaron dos personas nuevas. Regina, profesora de transformaciones, y su hija Becca. Al principio todo fue normal, no había ninguna actitud sospechosa de ninguna de las dos. Traian dejó Hogwarts ese mismo año. Regina tuvo una relación, si es que se le puede llamar así con Henry Backus, el de historia de la magia. Una mañana, Molly se encontró a su amiga Marlene medio congelada en el lago, con el cuerpo destrozado a base de navajazos y algo peor. Le habían lanzado la maldición cruciatus, y no una o dos veces, si no varias. Se llevó varias semanas en la enfermería y como no se recuperaba, tuvieron que mandarla a San Mungo.

>> Comenzaron varios rumores, al principio no lo creíamos. Becca era completamente inocente, hasta llegó a ser mi amiga al principio. Pero poco a poco… fue cambiando, volviéndose una desquiciada, histérica sin motivos en ocasiones. Un día Lily escuchó a ella y Regina discutir en el despacho de esta. Solo se oían los gritos de Becca, pero pudo oír perfectamente decir que era adoptada, que Bellatrix había sido amiga suya en la escuela y le había dado la hija que tuvo años después con Voldemort.

Oímos un pequeño grito y todos volvemos la cabeza hacia la abuela Meda. Se puede ver en su expresión como está horrorizada de lo que ha oído.

—¿Tuvo otro? ¿Una niña de Tom? — se lleva la mano a la frente negando con la cabeza.

—¿Otro? ¿Qué quieres decir con otro? ¿Acaso tuvo uno antes Meda? — le pregunta Harry acercándose un par de pasos hacia ella.

Mi madre le tiende un vaso de agua y tras dar un par de buches, asiente.

—En sexto curso tuvo un niño de Rodolphus. Ambos siempre estaban peleándose, siempre llegaban a las manos. Y no solo le daba Rodolphus, mi hermana también sabía defenderse bien ante él. Le odiaba, le despreciaba, no quería casarse con él, pero nuestros padres ya lo habían acordado con los de él. Al igual que se odiaban, de vez en cuando se toleraban, y recuerdo perfectamente el día en el que vino a decirnos que estaba embarazada de él. Lo habían hecho un par de veces en el baño de los prefectos, y ese había sido el resultado. Bella se tomaba una poción para que los demás no vieran el crecimiento de su barriga. Pero en el séptimo mes de embarazo, rompió agua tras otra pelea con Rodolphus. Entre mi hermana Cissy y yo la llevamos a una casa que había a las afueras de Hogwarts, estaba a medio construir, y allí dio a luz. Mi hermana nunca quiso ver a la criatura, no la cogió, solo apartó la mirada mientras no dejaba de vomitar.

>> No quería nada que tuviera que ver con Rodolphus, y ese niño no iba a ser menos. No pudimos hacer mucho cuando al par de horas dejó de respirar y murió en mis brazos. A Bella le dio exactamente igual. Por mucho que tuviera que casarse con Rodolphus, amaba a Tom Riddle, y nadie podía hacer lo contrario. Sé lo que todos pensabais de ella, pero era mi hermana al fin y al cabo. Viví con ella hasta que bueno… su locura fue a más y se fue de casa tras la boda, que era inevitable y finalmente sucedió.

Helados ante sus palabras, la habitación se queda en silencio durante un par de minutos.

—Lo siento Meda, no puedo creerme que tuviera un hijo con Rodolphus. Y mucho menos, otro con… él…— la abuela Molly es la primera que habla, mientras acaricia el brazo de Meda. Creo que todos estamos pensando lo mismo pero nadie se atreve a decirlo. Ella fue quién la mató y es ella quién está consolando ahora a su hermana. También todos sabemos que las tres coincidieron en sus años en Hogwarts, así que tuvieron que conocerse más de lo que creemos.

Albus carraspea, y prosigue.

—Los rumores fueron creciendo, Becca desapareció de Hogwarts, al igual que Regina. Desde hace un año no se sabe nada de ambas. Decían que era mucha casualidad que Traian hubiera desaparecido el mismo año que ella llegó. El que quería hacerse con el poder, con la que realmente tenía el poder para hacer las cosas. Todos sabían que si los antiguos mortífagos iban a seguir a alguien, sería a la descendiente del Señor Tenebroso, no a alguien que se creía él.

Suspiro intentando asimilar todo esto que acaban de contar.

—¿Y tú sabías todo esto? ¿Lo sabías y no me dijiste nada? — Miro a Teddy un tanto dolida. Si hubiera llegado a saber todo esto no me hubiera vuelto la mitad de loca que me volví. Hubiera sabido a quién perseguir y preguntar y no hubiera dado vueltas en vano.

Teddy agacha la mirada y suspira.

—Lo siento cariño, en Hogwarts nunca te enteraste de estas cosas, y no querías que lo hicieras ahora. Cualquiera vive mejor en la ignorancia sin preocuparse de esto. Los demás ya estaban buscando en el lugar adecuado y preguntando a quién debían. Ellos lo saben desde que empezó todo en Hogwarts.

—¡Pero tendría que haberme enterado! ¡Vivía mejor en la ignorancia cuando mi marido no desapareció y había un par de locos posiblemente detrás de su desaparición! ¡Si llego a saberlo hubiera interrogado a medio alumnado de Hogwarts de nuestra época!

De la frustración, mi voz se había elevado un par de tonos, poniéndome recta en la silla.

—Relájate Victoire — me dice mi madre en francés.

La miro un instante y me echó el pelo hacia atrás de un manotazo como si eso pudiera arreglar algo.
—Y lo hicimos, he estado en contacto con Viola en varias ocasiones, para ver si se había enterado de algo nuevo. Max me contaba cada vez que se cambiaba de ubicación, y así podía averiguar dónde estaba para las reuniones — me dice mi hermana mientras se pone de pie.

¿Mi hermana? ¿Hablando con Viola intentando averiguar cosas sobre Teddy? Estoy comenzando a marearme. No me cuadra nada, ¿por qué nadie me contó nada de esto? ¿Por qué he vivido en la ignorancia todo este tiempo?

—¿Y Scorpius? ¿No sabrá nada? — pregunta Roxanne desde una esquina sentada en el suelo.

—¡Os lo he dicho mil veces! Scorpius no tiene nada que ver con esto. Con que sus padres tengan antecedentes de hace años con los mortífagos, él no es como ellos. Nunca ha sabido nada de lo que está pasando ahora, así que no volváis a pensarlo — dice Rose mientras se sienta de nuevo en la silla donde estaba, ya que se había levantado de un salto.

—Bien —interrumpe Harry — mañana iré a hablar con Henry. Le pondré al día de todos y veremos qué podemos hacer. ¿Ron, Hermione?

Ambos asienten mirando a su mejor amigo.

—Avisaré a Sam y a Edgar para que mañana hagamos una reunión — dice James — ¿Preguntarás a Max por el nuevo sitio? Tenemos que hablar con Viola también.

Dominique asiente respondiendo a la pregunta. Yo sigo enfadada y acalorada por la situación. Nada de esto me parece justo.

—Esperad. Hay más — vuelve Teddy a hablar—. No os he contado como escapé. Un día tuve una visita sorpresa. Ese mismo día por la mañana se habían dignado a traerme un poco de agua sucia y un trozo de pan duro para que pudiera comer. Lo poco que pude tragar fue suficiente para que abriera los ojos. Cada vez que alguien venía a mi celda ni me enteraba, solamente cuando… bueno, me usaban de pelota entre ellos. Pero ese día estaba un poco despierto. Me llevé toda una sorpresa cuando vi entrar a Arthur en la celda.

Ahogo un grito al escuchar el nombre. No. No podía ser cierto. ¿Todo estaba conectado y yo no me enteraba hasta ahora? ¿Ã‰l? ¿Justo él? ¿Por qué lo hacía? Habían pasado muchos años desde que le di calabazas una y otra vez en el colegio. Apoyo una mano en la mesa, el mareo aumenta, pero tengo que terminar de oír esto.

—Iba inmaculado con su traje como siempre, incluso en una celda completa de mierda, él relucía, con la sonrisa de siempre tan tranquilo. Se acercó a mí, me pegó un par de puñetazos en la cara y me apuntó directamente con la varita en la frente. — Teddy hace una pequeña pausa, puedo notar como me mira a pesar de que yo no dejo de mirar al suelo—. Pero antes de que pudiera lanzar el hechizo, reuní todas las fuerzas que me quedaban y le quité la varita. Sabía que era la única oportunidad que tenía, así que tras desarmarlo le lancé un desmaius y pude escapar. Para mi favor, creo que él no se lo esperaba.

Alzo la mirada lentamente, Teddy me la aguanta unos segundos antes de que yo la aparte. Sigo mareada, pero aun así, me levanto sola como puedo y me acerco a Louis que tiene a Brigitte entre sus piernas. Me incorporo con mucho esfuerzo hacia abajo y la cojo en brazos, teniendo esta un par de muñecas en las manos.


—Es la hora del baño de Brigite — y sin decir nada más, salgo del comedor.

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