Domingo de tortitas

¡Hoooola! Aquí estamos de nuevo, esta vez no me enrollaré mucho. Es un relato de un personaje de rol, de Wendy, un flashback, bla bla. Se aceptan todo tipos de comentarios y... ¡a leer! ¡Besitos de bayas!


La radio de mamá sonaba de fondo en la cocina. La televisión estaba puesta, mientras papá trabajaba en la mesa grande que había en el salón, a pesar de ser fin de semana. Yo ya había terminado los deberes y antes de comer podía dibujar un rato.

La caja de madera con cientos de colores que me había regalado la tía Lindsay por mi cumpleaños estaba ante mí.  Había varios folios desprendido por la mesa, algunos ya estaban dibujados y otros a medio hacer, sin terminar de gustarme. Miré el folio resoplando y cogí el lápiz negro, para hacer los contornos.

Dibujé la parte trasera de una casa blanca, con las tejas del tejado de color verde oscuro, las escaleras que daban al jardín y  el columpio que había a la derecha de la puerta. En el césped, al lado de un rosal dibujé un cochecito de juguetes de color rojo, al lado un balón de fútbol y en el otro lado del jardín… No me apetecía dibujar más juguetes, no. Quería hacer algo distinto y cogí el lápiz marrón oscuro. Comencé a dibujar en el centro todo del mismo color, e hice como un hoyo algo grande ahí. La hierba arrancada del alrededor y un guante al lado. ¿Por qué no?

A la media hora, cuando terminé el dibujo, la melena roja de mamá apareció por el salón. Tenía un paño en sus manos mientras se limpiaba estas. Se sentó en el sofá y observó los dibujos que había hecho.

−Wendy cariño, ¿por qué has hecho eso ahí?− Señaló el hoyo que hice en mitad del jardín.

Me encogí de hombros con una pequeña sonrisa en mi rostro. Recogí los últimos lápices que había sacado de la caja y cerré esta.

−Bueno, Ben, deja eso y vamos a comer.

Me levanté del sofá corriendo, porque el olor de los macarrones con queso era demasiado intenso, y si papá llegaba el último podía robarle unos cuantos de su plato.


A la mañana siguiente, bajé corriendo a la cocina para desayunar. Los domingos siempre tocaban tortitas. Nada más llegar, mi plato de tortitas ya estaba en mi sitio. Cogí el bote de nata y sirope de chocolate y comencé a echarme primero la nata en una montañita perfecta, y luego el sirope por encima haciendo rayas paralelas.

Sin yo percatarme de las noticias, habían informado de un asesinato de última hora.

−Nos encontramos aquí, en California. Esta mañana nos han informado de que han encontrado el cadáver de una anciana, en el jardín de sus vecinos. La pobre señora llevaba desaparecida más de una semana. El perro de la familia empezó a desenterrar hasta que aparecieron sus restos. La anciana solo tenía un sobrino drogadicto, del que creen que puede ser el posible asesino.− Decía la voz de una chica procedente de la televisión.

Alcé la cabeza al escuchar a mi madre toser con muchas ganas. Tenía la taza del café en la mano y la otra en su pecho mirando la pantalla de la televisión que había enfrente. Mi padre se levantó corriendo para frotarle la espalda. Y ambos se quedaron mirando la televisión.

En esta, enfocaban el jardín donde había sido descubierto el cuerpo de la pobre mujer. En la pantalla, se mostraba el jardín de la casa, había una pelota de fútbol, junto a un cochecito rojo y un rosal de fondo. Al lado contrario se encontraba la fosa vacía donde ya habían sacado el cuerpo, rodeada del cordón policial.

Me recordaba a algo, eso ya lo había visto yo… Mis padres giraron la cabeza al unísono y  me miraron, ambos con el ceño fruncido. 

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