Cansada
¡Hola! Pues de nuevo vengo con dos fics muy cortitos de mi personaje Wendy. Que poco tengo que contaros hoy, madre mía, que suerte tenéis. Bueno, ya sabéis, comentar siempre es bien y a.. leer. ¡Besitos de bayas!
Me
siento en la cama de un solo movimiento con la mano en el pecho. Me cuesta respirar,
y tengo algunas lágrimas por la cara. Miro alrededor para ver a mi compañera de
celda, Sophia, que seguía dormida tranquilamente. Con un suspiro de cansancio,
retiro las lágrimas del rostro con mis manos. Y acabo con la espalda apoyada en
la pared, las piernas flexionadas y la cara enterrada en ellas.
Otra
vez había tenido la pesadilla, otra vez había visto al chico que conocía Stéph
en el suelo cayendo. Eso era lo único que veía, como caía, su cuerpo inerte al lado de la cama y
la mirada perdida hacía el techo. Esa mirada me llevaba a la locura. ¿Le habría
pasado ya? ¿O serían en unos días? ¿O semanas? ¿O faltarían meses? Si fuese
así, podría cambiar la cosa, a lo mejor tenía otra visión de nuevo y el chico
no caía, y seguiría haciendo lo que fuese a hacer cuando entró en su cuarto.
Deslizo
las manos entre mi pelo y me muerdo la rodilla, para ahogar un grito y no
despertar a mi compañera. Odiaba ver esas cosas. Yo no le mataba físicamente,
pero lo veía, y el daño era casi el mismo, porque sabía que iba a pasar. Lo
sabía y no podía hacer nada para impedirlo, y menos aquí dentro.
Una
vez vi como una tía de mi madre se estrellaba contra otro coche. Creía que solo
había sido una mala pesadilla, pero cuando en el instituto vi el dibujo
revuelto entre mis apuntes, supe que iba a pasar. Y así fue, a los dos días,
estábamos en su funeral.
Odio
ver cosas así, las odio con todo mí ser, y aun así, no puedo hacer absolutamente
nada para remediarlo. Solo esperar a que las pesadillas se pasen, y eso, casi
nunca ocurre. O solo cuando vienen otras peores.
#
Podía
llevarme días sin comer ni beber nada, incluso un par de semanas. El cuerpo al
cabo del tiempo se iba acostumbrando a esa sensación. Después de un par de días
ya no sentías nada, no sabías si tenías hambre, o fatiga de esa sensación de
hambre. Era cierto que el agotamiento era peor, y no acompañaba nada al
encontrarse así. Pero si te habían llevado ya a aislamiento más de una vez
sabías lo que te esperaba.
Bueno,
aislamiento, o como yo lo llamo, el zulo gris. Ahora aislamiento era todo un
lujo porque te daban de comer, pero al principio, cuando solo experimentaban
contigo ni eso hacían.
La
primera vez recuerdo que solo dormía, ya ni me preocupaba por el día que era, o
la hora, solo dejaba pasar el tiempo mientras dormía. Y como no tenía nada que
llevarme a la boca, lo hacía más fácil.
Eso
podía soportarlo, podía dejar el tiempo pasar mientras estaba en los brazos de
Morfeo, pero lo peor siempre venía luego. Cuando saben que ya no te quedan
energías para nada, que no eres capaz ni de abrir los ojos, ni de mencionar una
simple palabra. Eso era lo peor.
Los
guardias venían, te arrastraban haciéndote daño y te soltaban en una camilla.
En ese momento crees que puedes seguir durmiendo, casi ni te das cuenta de que
te están enganchando cosas alrededor de las muñecas, tobillos y en tu cabeza.
Los párpados no tienen ni fuerzas para abrirse, y crees que todo va a seguir
yendo tal y como antes.
Pero
en menos de un segundo, sin avisarte, porque ellos no hacían eso. Notas una
corriente eléctrica por todo tu cuerpo, llenándote de dolor y despertándote al
segundo. Los ojos parecen que se te salen de la cuenca, sin saber de dónde has
sacado las fuerzas, gritas y gritas, hasta dejarte la garganta. Y así durante
diez minutos o más, porque se te hace eterno. Solo para intentar mostrar algo
de lo que no eres capaz, ni tienes la más remota idea de cómo hacerlo. Pero
ellos van a seguir insistiendo tanto como sean posibles.
Eso
era lo peor.
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