Si queréis saber de que trata seguid leyendo abajo.

Si, el título a eso es porque es Klaine, y claro la primera persona que abra esto y lo vea lo cerraré al segundo. Dado que hay muy pocos haters NO  de ellos. Que oye, cada uno con sus gustos, que quién no le guste la pareja no puedo hacer yo lo contrario. Pero si es cierto que algunos sacan quejas de dónde no las hay. Pero en fin, no estoy aquí para hablar de eso. Estoy aquí para subir mi fan fic (Que os dejo que vomitéis sobre él y le deis punto negativos. Yo soy la primera que lo haría) Si, porque nunca me gusta lo que escribo nunca y sé me hace raro aún así subir cosas de las cuales leo y digo, buah...
Pero si no os ha gustado, podéis dejar abajo lo mierda que es votando en la caquita del wazap y dejar todo tipo de comentarios. (También podéis dejar de que os gustaría leer fics de shipps de Glee o de lo que sea, os lo agradecería MUCHO MUCHÍSIMO)
Besos y amor de baya <3
Ay, que se me olvidaba. Podéis escuchar esto mientras lo leéis.


Podía oler el café desde el cuarto. Me revolví un poco en la cama, tenía la almohada sobre la cabeza y las sábanas me llegaban a la mitad de la espalda. Deslicé los brazos para quitarme la almohada de mi cabeza y di la vuelta lentamente mientras me colocaba boca arriba en la cama. Estaba vacía a mi lado, así que él sería el culpable de ese estupendo olor  a café.

Intenté levantarme mientras frotaba mis ojos con la mano en puño y salí de la habitación tal y como estaba. Solo con los pantalones del pijama, sin camiseta y descalzo. Me arrastré a la cocina y me dejé caer en una de las sillas de la barra.

−¡Blaine! ¡Ponte algo, vas a acabar enfermo!

Alcé un poco la cabeza le sonreí. Le cogí la mano mientras dejaba una taza para mí y le acerqué para darle un ligero beso.

−Buenos días Kurtie.

Vi cómo se sonrojaba un poco mientras se volvía. Después de tanto tiempo juntos y aún lo hacía. Cogí la taza que echaba humo y la dejé entre las manos para que me calentaran un poco estas. Kurt se sentó a mi lado poniendo un plato de huevos revueltos y tostadas con mantequilla a cada uno. Dejé la taza a un lado y cogí el tenedor para pinchar un poco de huevo.

Estaba muerto de sueño, en realidad no había hecho nada. Pero estar todo el día encerrado en casa sin poder salir por culpa de la nieve hacía que estuviera más cansado. Necesitaba salir, hacer alguna actividad, pasear por New York y descubrir cosas que aún me quedaban por ver. Aunque claro, tampoco me quejaba por estar encerrado con Kurt todo el día, veíamos sus películas favoritas, porque de una manera u otra siempre ganaba él para poner la peli. También cantábamos y hasta me dejaba cocinar con él. Aunque yo solía hacer los postres, como alguna tarta de chocolate o galletas.

Al terminarme el desayuno, me levanté con la taza que le quedaba aún un poco de café y me senté en el alfeizar de la ventana. Con el puño limpié un poco el vaho que había para poder mirar a través de esta. Se podía ver todo cubierto de nieve y niebla por todos lados.

Noto como un peso cae en mi hombro y sonrío mientras giro la cabeza para darle un beso. Kurt deja apoyada su cabeza sobre la mía y pasa un brazo por mi espalda, así que me dejo caer también un poco en él.

−Rachel me ha enviado un mensaje para venir a cenar esta noche. Con suerte seguirá nevando y podremos estar los dos solos.

Le doy un leve codazo y bebo un poco, dejando luego la taza en el poyete y girando para pasar mis piernas por su cintura y atraerlo hacía mí.

−No seas malo, se tiene que sentir sola en ese piso tan grande− Kurt se encoge de hombros y  ladea una sonrisa.− Y desde luego nosotros no nos aburriremos si viene.

Casi no me deja terminar la frase cuando lo tengo encima besándome, le devuelvo el beso encantado, hasta que se separa un poco y me pone ojitos. Oh no, otra vez no.

−Blaine…

−¿Kurt…?

−¿Podemos ir a adoptar el gato cuando pare de nevar?

Si ya sabía yo que algo se tramaba. Buen desayuno, mimos tan temprano… Y solo había escuchado la misma frase durante dos semanas, a mí me daba igual que un pequeño gato rondara por la casa, no me importaba en absoluto. Y había accedido desde el primer momento, pero picarle me gustaba tanto.

−No sé Kurt.

Veo como se le infla las aletas de la nariz y frunce el ceño. Pobrecito, eso había sonado demasiado seco.

−¿Y por qué no sabe el señorito ahora?

−Porque desde el camino hasta casa el pobre minino podría pasar mucho frío.

Pone los ojos en blanco y se da la vuelta, me deja con las piernas colgando y me muerdo el labio aguantándome una sonrisa. Me bajo del alféizar de la ventana y salgo corriendo tras él montándome de un salto en su espalda.

−Venga, cuando deje de nevar mañana un segundo iremos a por él.

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